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¿Cómo apoyar la cultura en tiempos de crisis?


Autor: Santiago Laserna

En el ecosistema de la economía creativa en Bolivia existen grupos de artistas y gestores culturales profundamente comprometidos, no solo con la situación económica actual del país, sino también con el futuro del arte y la cultura. Son actores apasionados que buscan evitar que lo urgente relegue a lo importante y que intentan, con esfuerzo, posicionar en la agenda política propuestas concretas para el desarrollo cultural.

Sin embargo, en un contexto en el que los bolivianos hacemos largas filas para conseguir gasolina y otros insumos básicos –al mejor estilo del estatismo venezolano y cubano–, estas demandas culturales suelen ser recibidas con indiferencia. De hecho, entre los diez candidatos a la presidencia, apenas cinco mencionan el arte y la cultura en sus planes de gobierno. Y esto, en cierta medida, es comprensible: en nuestra realidad es difícil concebir políticas públicas culturales que no impliquen un incremento del gasto estatal o la creación de un nuevo Ministerio de Culturas. Justamente estas fórmulas, basadas en altos niveles de intervención pública, han contribuido a la crisis que enfrentamos hoy.

En este escenario, donde el financiamiento público ya no es solo un tema de mala administración de recursos, sino de ausencia de los mismos, emerge la posibilidad de implementar un sistema de mecenazgo: un régimen transparente y abierto que permita canalizar parte de los impuestos de los ciudadanos hacia proyectos culturales. Se trataría de una plataforma digital, posiblemente gestionada por el Servicio de Impuestos Nacionales, a través de la cual los contribuyentes puedan asignar un porcentaje de sus tributos a una asociación artística, un festival, un gestor cultural, un deportista o cualquier otro creativo. Esto ampliaría nuestra libertad de decisión y permitiría conocer con claridad el destino de nuestros impuestos.

En reuniones con autoridades nacionales y exfuncionarios del Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina, hemos conocido experiencias exitosas de apadrinamiento entre grandes empresas privadas y artistas. El gobierno local incentivaba estas alianzas mediante premios anuales que reconocían a los mecenas más destacados, fomentando así una relación virtuosa entre cultura y sector privado. Este modelo no solo garantiza la autonomía del arte –libre de agendas políticas–, sino que también ofrece a las empresas una poderosa herramienta de marketing, financiada con recursos que de todos modos ya estaban destinados a impuestos.

Los beneficios de este sistema serían múltiples. Por un lado, permitiría a los ciudadanos ver, de manera concreta, a dónde va su dinero, superando la desconfianza hacia los informes oficiales. Esta transparencia podría sentar las bases para atraer nuevos contribuyentes y, eventualmente, reducir las tasas impositivas. Por otro lado, los impuestos perderían parte de su carácter coercitivo al permitir una participación más activa de los ciudadanos en su asignación.

Y lo más importante: en una época en la que se debate intensamente el rol del Estado, y en la que este ya no dispone de los recursos de antaño, el mecenazgo se presenta como una alternativa sostenible para el financiamiento del arte y la cultura. Su viabilidad estaría estrechamente vinculada a la salud del sector privado, promoviendo una colaboración más equilibrada y eficiente entre ciudadanía, empresa y creatividad.

El autor es economista investigador en el Ceres

Sobre el autor

Santiago Laserna 

Santiago Laserna

Economista investigador especializado en temas como la economía creativa, tecnología e innovación, economía cashless, y habitabilidad urbana. Tiene una maestría en Artes, Negocios y Creatividad de la Escuela de Negocios de la Universidad de Newcastle en Inglaterra y fue elegido por la Embajada de Estados Unidos como Humphrey Fellow para el periodo 2017-2018, donde se especializó en Economía para el Desarrollo en Michigan State University.